
Desde su formación, el continente protoeuropeo o armoricano constituyó una placa independiente. Durante el Paleozoico inferior, período que corresponde aproximadamente a 150 millones de años, aparece de forma independiente constituyendo el microcontinente armoricano. En el Devónico, los márgenes pasivos de los océanos que rodeaban los continentes evolucionaron hacia márgenes activos, lo que originó el comienzo de un proceso de subducción y acercamiento de las distintas placas litosféricas, uniéndose en un principio al resto de las masas septentrionales para formar Laurasia, y finalmente a Gondwana para formar el supercontinente Pangea.
Durante el Mesozoico y el Cenozoico, la evolución geodinámica subsiguiente ha fragmentado este supercontinente, hasta la disposición actual. Si se observa la distribución y el tipo de los límites de placas actuales, es fácil comprobar que de forma general, el próximo supercontinente tendrá como límite oriental la costa este de América, y en el occidental se localizará la costa oeste de Europa y África.
Iberia comenzó formando parte junto con Centro Europa, Francia y el norte de Marruecos del continente Armóricano, durante el Precámbrico y Paleozoico. Posteriormente, durante los últimos 100 millones de años, la Península Ibérica ha presentado cierta independencia litosférica, con sus zonas más activas localizadas en la periferia, constituyendo de forma general una microplaca independiente de las placas euroasiática y africana.
La Península y sus márgenes son el resultado de su evolución geodinámica, principalmente desde la formación de la cordillera Hercínica, en el Devónico hace unos 300 millones de años, hasta la actualidad. Esta evolución está regida por un conjunto de procesos íntimamente ligados a la tectónica global y que se podrían resumir en dos:
Formación de Pangea, a finales del paleozoico, o unión de la mayor parte de las masas emergidas en un único continente, Pangea, rodeado de un gran océano, Pantalasa.
Fragmentación de Pangea, que comienza en el mesozoico y continúa en la actualidad, gracias principalmente a la abertura del océano Atlántico y la individualización de las placas euroasiática y africana.
Al final del Proterozoico, la mayor parte de las tierras emergidas se reunieron en un único y gran continente, Rodinia. Desde entonces y durante el Paleozoico inferior, éste irá fragmentándose, dando lugar a un conjunto de masas continentales que posteriormente, durante el Paleozoico superior volverán a ir acercándose hasta formar otra vez un único continente, Pangea.
Durante el Mesozoico y el Cenozoico, la evolución geodinámica subsiguiente ha fragmentado este supercontinente, hasta la disposición actual. Si se observa la distribución y el tipo de los límites de placas actuales, es fácil comprobar que de forma general, el próximo supercontinente tendrá como límite oriental la costa este de América, y en el occidental se localizará la costa oeste de Europa y África.
Iberia comenzó formando parte junto con Centro Europa, Francia y el norte de Marruecos del continente Armóricano, durante el Precámbrico y Paleozoico. Posteriormente, durante los últimos 100 millones de años, la Península Ibérica ha presentado cierta independencia litosférica, con sus zonas más activas localizadas en la periferia, constituyendo de forma general una microplaca independiente de las placas euroasiática y africana.
La Península y sus márgenes son el resultado de su evolución geodinámica, principalmente desde la formación de la cordillera Hercínica, en el Devónico hace unos 300 millones de años, hasta la actualidad. Esta evolución está regida por un conjunto de procesos íntimamente ligados a la tectónica global y que se podrían resumir en dos:
Formación de Pangea, a finales del paleozoico, o unión de la mayor parte de las masas emergidas en un único continente, Pangea, rodeado de un gran océano, Pantalasa.
Fragmentación de Pangea, que comienza en el mesozoico y continúa en la actualidad, gracias principalmente a la abertura del océano Atlántico y la individualización de las placas euroasiática y africana.
Al final del Proterozoico, la mayor parte de las tierras emergidas se reunieron en un único y gran continente, Rodinia. Desde entonces y durante el Paleozoico inferior, éste irá fragmentándose, dando lugar a un conjunto de masas continentales que posteriormente, durante el Paleozoico superior volverán a ir acercándose hasta formar otra vez un único continente, Pangea.